viernes, 3 de julio de 2009

AUTORA: TERESA MARTINEZ

EL VIENTO, ÚNICO AMIGO

Mañana me marcho, -dijo Rogelio a sus compañeros- diez años es mucho tiempo en esta soledad patagónica. Es cierto que necesitaba vivir así, libremente y no me quejo; pero ya estoy extrañando e los pocos parientes que tengo una hermana y dos sobrinos. ¡Deben estar grandes los chicos! Por eso quiero verlos y quedarme un tiempo con ellos, después Dios dirá.
Al día siguiente, ya en el ómnibus, se despide de sus camaradas. Desde la ventanilla ve como se van perdiendo a la distancia y un dejo de nostalgia quiere filtrarse en su pecho. Sólo un momento, el recuerdo de los suyos lo invade y una mezcla de emoción y ternura borra todo otro sentimiento.

Los hombres al verlo marchar movieron resignadamente la cabeza. Lo entendían. Después, caminando sin apuro, regresaron a la vivienda, una especie de galpón-dormitorio-baño-cocina-comedor, en donde habían convivido los últimos años. El lugar semejaba a una ancha cueva. La única división era una pared separando el baño del resto de la estancia. En ésta, en completo desorden, podían apreciarse restos de muebles de los cuales nadie sabía la procedencia. Todo era gris en ese sitio, igual que las vidas de los seres que lo habitaban. Hombres grises, de rostros impasibles, curtidos por el frío y el viento, que solo se diferenciaban por la forma de hablar; pero algo más tenían en común. A veces, como siguiendo una huella invisible, vagaban por la playa, oteando el horizonte, o se quedaban largas horas alucinados, viendo ese cielo increíblemente estrellado.

Es un viaje largo y monótono. Rogelio compra en las paradas del camino algunas revistas y diarios de la ciudad. Tantas noticias de robos, asaltos, violaciones, lo asquean. Todo es violencia, -piensa- y no quiere seguir leyendo. Pensativo mira el paisaje y otra vez su mente lo lleva a imaginar el próximo encuentro con la familia. Está seguro de que su hermana sigue viviendo en la antigua casa de la niñez. La gente como ella –se dice- no acostumbra mudarse. Sueña despierto. Sonríe recordando el bien cuidado jardín en el cual jugaban de chicos con los amigos. Las flores en todos los patios. Balcones a la calle repletos de malvones. La gente sentada en las puertas de las casas en las noches de verano, tomando mate en la vereda. Los recuerdos le hacen bien, se siente feliz.

Al fin llega a destino. Le agrada caminar esas pocas cuadras que lo separan de su antiguo hogar. Irá saboreando los espacios tan conocidos de antes. Son las ocho de la mañana y el frío es intenso. ¡Se había olvidado de que estaban en otoño! Mira sus calles, las casas; no hay muchos cambios. Sin embargo, no se siente bien, algo se le escapa y no sabe qué es. Se da cuenta de que muy pocas personas circulan por las veredas a esa hora y las que lo hacen, lo miran recelosas, caminan rápido, casi corriendo, como si estuvieran al acecho para salir justo en el momento en que arriba algún colectivo. Parecen almas fugitivas -medita-. Es entonces cuando siente un creciente malestar, algo físico parece rozarlo. No comprende qué, pero está ahí. Se queda quieto, mira hacia ambos lados, luego, lentamente retoma el camino. Entonces entiende. “Es eso” – dice- “las rejas. Y anda. A su paso van quedando las rejas. Cada vez más altas, más fuertes. Atrás, temerosas, atisban las casas. Cada vez más pequeñas, parecen de juguete, casitas de muñecas. Como en una pesadilla, Rogelio se ve caminando en medio de un ancho pasillo, de una moderna e inmensa cárcel, de árboles mutilados. Cercos, rejas, ventanas, rejas, balcones, rejas, rejas…

Cierra los ojos, se siente extraño, se estremece. No es un mal sueño: están ahí, las rejas lo persiguen, crecen. Piensa en la gente, en los que viven atrás de esas puertas y ventanas enrejadas, en su hermana, en la casa… ¿Qué pasará si continúa avanzando? No puede, no quiere seguir. Sólo el pensar en lo que le espera si prosigue, le eriza la piel. Se acuerda de sus compañeros del Sur, embriagándose con el roce de los vientos sobre la piel. El viento, su único amigo. Siente miedo. Da la vuelta. Apresura el paso. Corre.

AUTOR ALBERTO FERNÁNDEZ

DESTINOS DE LUCHA

albertofernandez@speedy.com.ar



Foday era compañero mío en un postgrado de Sociología en la Universidad de Cambridge. Yo me había recibido de médico en la Argentina. El facho del Decano, nos dijo que éramos muchos en el país. ¡Como si se hubieran acabado las enfermedades! Todos eran sanos. Se necesitaban más contadores para llenar las planillas, más abogados para los juicios hipotecarios.
Compartíamos la misma pieza y era habitual en las charlas un intercambio de ideas sobre nuestros respectivos países.
Recuerdo algunas de las expresiones de aquellos días referidas a su tierra natal:
-“Nos dejaron miseria, hambre, enfermedades. Volvieron disfrazados de Naciones Unidas, con armas de última generación, tabaco, whisky, drogas. Todo lo tienen en un libro. Saben lo que hacen. Yo era muy chico cuando se fueron de África, en el sesenta y uno. Nos dijeron que ya éramos libres. Pero no para el hambre y sus secuelas. Libertad para vivir en la pobreza, en la incertidumbre.”
Cuando nos separamos recibía cartas de él desde distintos lugares. En una de ellas decía:
- “Por esas contradicciones de la historia, cuando me gradué en Inglaterra, me propusieron recibir entrenamiento militar en los Estados Unidos. Tengo en cuenta las consideraciones sobre la historia de tu país. Recuerdo me decías que nadie se interesaba por el pueblo. Cuando se iban dejaban bien definidas las clases sociales. Todo era cuestión de enfrentarlas. Total el control de la economía les pertenecía”.

Me alisté en los Cascos Azules. Mi destino era el mismo país de mi amigo en Cambridge. Me pareció que esa era una manera de ayudar al ser humano. Esa lacra que queda después de las guerras y las pestes. Supieron que era argentino y se acordaban más de Maradona que del Ché
De pronto nos vimos rodeados por las tropas insurgentes. Nos apresaron metiéndonos en cuevas. Me informaron que el jefe de los rebeldes era el propio Foday.
Él estaba seguro que los Cascos de la ONU eran unos infiltrados que pasaban información al enemigo. Nos mandó apresar. Le tenía sin cuidado la opinión internacional. La guerra no se maneja con el parámetro de la ética. Ya casi dominaban todo el país y pronto tendrían el poder. Las iglesias del mundo, las embajadas, los consulados, se ocuparon de los pobres rehenes. Los secuestrados de un lado pasaban a ser prisioneros de guerra del otro .Ninguno se refirió antes a la indigencia de ese pueblo. Ninguno protestó por el pasado colonialista, ni por la educación, el hambre o la salud.
Foday recorrió las prisiones y de pronto me reconoció. El compañero de Cambridge. Me llevó a su carpa de campaña y conversamos un largo rato interrumpido por soldados que traían informaciones.
Me dio la opción de luchar con ellos o volver a la Argentina. Opté por partir. Conocía bien mis ideas. Sus últimas palabras fueron que sabía que en mi cabeza brillaba más la figura de Guevara que la de Hipócrates.
Por último dijo -Sé que un día volverás. Acá o en otro lugar del planeta.

AUTOR: MIGUEL ANGEL TORTORELLO

LOS TIEMPOS
Los tiempos, mis tiempos,
son mios así lo siento;
a veces, de razones.
Otras, de dolor, muchos del perdones
es mio, nada mas el mio,
cuando quiero, tengo frió.
Y a veces, tengo placer, amor, deber.
Volver a mi infancia, del arroyito de al lado de mi casa,
cerrando mis ojos, el verde de tréboles de sus orillas,
el hilito de aguita cristalina,
pegar en las piedras. Horas fijando mi mirada,
hay un responsable, del calor, dios que esta en mi corazón
el que mueve mis hilos; solo estará frío, cuando ya no este en el camino,
donde vuelan mis destinos en palabras,
va a florecer la flor que deje plantada.
No sabrá de tiempos ni de madrugadas.
Estará en el aire, en las brisas de setiembre
y los calores del verano
La carne se va, queda el pensar,
en el meditar, de los que están
y lean estas letras vivas,
que mi memoria despierta.
No solo se vive por vivir, mi escribir,
es para siempre, te transmite mi tiempo,
el que toque mi memoria. Quiero quedar despierto.
"Chichín"
14/06/2009.

AUTORA : STELLA MARIS CEREZO




Serie : MEDITACION


MEDITACION



Mi noche es larga, no estoy cansada ¿Por qué será?
tal vez porque quiero que la vida no pase rápido.
Mi sueño es corto, porque el desvelo
recobra la esperanza y destierra a su vez todos mis odios.

A lo lejos en la historia de mi vida,
en ese rincón de los sueños mas lejanos,
encuentro cada noche la tibieza
y el calor que a mi ser dieron los años.

Esta es la tregua en la que mi mente ha decidido,
pero mi ser no deja que le gane la batalla,
es por eso que a luchar ha comenzado,
con las fuerzas del amor ;esa es la causa.

En las noches con los ojos muy abiertos,
en la realidad profunda que amenaza,
veo más que en el día transcurrido,
pues pensando y sintiendo miro mi alma.

Y me dejo llevar por la mística música. . .
que atraviesa el dial entibiando la casa ,
descubriendo el encanto de la noche y su pausa
y me lleno de dicha ,soy feliz y sin nada,

Si los hombres supieran encontrarse en el alma, desterrando rencores,
asumiéndose en llagas , cerrarían heridas, trasmitirían calma,
y en la lucha constante que la mente demanda,
el “Ser” saldría ileso si el espíritu manda.

CAMINO A LA VERDAD

A la distancia después de haber vivido,
Descubro que mi ser es tan gigante
Que atraviesa las paredes de mi piel ,
Sin dejar huellas y no pregunta mas si esta la llave .

Ya no es solo haber logrado el cometido ,
Es tambien haber vivido en un lugar ,
Haber captado el hoy en cualquier tiempo ,
Sabiendo en el camino ser fiel a la verdad.