LA VOZ DE LA EXPERIENCIA AUTORA: GLORIA PADÍN La casa, típico chalet californiano de barrios suburbanos, permanece cerrada a esa hora rosada de la tarde-noche. Las tejas con su verde capa de tiempo ya se ven negruzcas sin el sol a pleno.
_Humm, ya estará por llegar. Veinticinco años compartiendo su vida ¡Cómo no lo voy a saber!.Por otra parte estoy más tranquilo cuando llega.
Recuerdo cuando inauguramos esta casa. Ella era joven, su mano delicada y nerviosa me oprimía firme, para mí era una caricia como una garúa en otoño. Aunque a veces algún anillito de esos tan modernos que usaba, me raspó. Era vital, decidida, rápida.
Claro que diez años después habían desaparecido sus largas uñas carmesí y su piel ya no tenía esa tersura especial, parecían dañadas por algo que robó su tersura. Tampoco me tocaba con tanta firmeza. Era algo más lento, menos suave. Era un recuerdo tibio de otros tiempos.
Tal vez sea por la ley de compensaciones porque sus hijos pequeños, huracanes que iban y venían no me tocaban, me pegaban o me embadurnaban con los dedos pegoteados de chocolate. Pero… eso es historia antigua, ellos se fueron, ya no oigo el taconeo de sus altos tacos sobre la vereda, como el rítmico sonido de un reloj. En verdad paso mucho tiempo solo. Casi me estoy acostumbrando al silencio.
Y… ahora es ahora. Pas+o mucho tiempo.
Debo ser agradecido y reconocer que ahora me cuida más, tal vez su soledad la haya acercado a mí. Yo me veo reluciente. Actualmente sus dedos ya no son firmes ni ágiles. Están gruesos, pesados, aunque a mí me hacen pulsar su vida, hasta diría que se apoyan en mí como si fuera un logro luego de tantas horas de trabajo. Me aprieta y hasta se demora en soltarme o tal vez me parezca a mí.
¿Le faltará mucho para jubilarse?... Qué se yo. Ni modo de preguntar. Ella ni se imagina que me gustaría saberlo. Se acabarían mis largas esperas.
Cuando el marido se fue, dicho sea de paso flor de golpe me dio, a veces me sujetaba dos o tres veces, me soltaba, se arrepentía y volvía. Yo no sabía a qué atenerme.
La pasó mal pobre Laura… y fue esa época en que ella empezó a ir a la oficina desde la mañana hasta el fin de la tarde, para aprender a abrirse camino. Fue muy duro para ella.
Oh, oh, ya la oigo. Ese sonido pesado y rítmico de sus tacos cuadrados sobre la vereda, in-con-fun-di-ble. ¡Ella!.
Vamos a ver que humor trae.
¿A ver?. Me parece que se apon+o como agitada, más que otros días. ¿Estará cansada o habrá tenido problemas en el trabajo?.
Bueno… no quiero inmiscuirme demasiado en su vida. Finalmente yo sólo soy el picaporte de la puerta de su casa.