martes, 2 de junio de 2009

LOS ESCRITORES MUESTRAN LO SUYO

LA CORRIDA DEL PATO
AUTORA: CRISTINA BEATRIZ MERINO

Y la Pampa amplia se estremeció hasta las entrañas. El huidizo hilo persistente se extendió hasta el horizonte de grises . El primer crujido hueco del trueno iniciando la ágil cortina de cristales. El característico rechinar de las chapas y el inconfundible aroma de nuestra tierra. Afuera la inquietud del viento azotando las ramas. Adentro el murmullo monótono y el corretear de la tela en la máquina de coser. Afuera las aves buscando algún alero para protegerse. Adentro los ojos cansados en la siesta de mayo. Afuera el respiro de un día de calvario solar. Adentro la mudez y la pesadumbre aguardando el paso de las horas y el fin de la tarea obligada. Afuera el brillo de las gotas sobre los ladrillos y los llantos de algún perro solicitando cobijo. Laura sacaba chispas al pedal mientras los ruedos de las sábanas se asustaban ante el tironeo arriesgado de sus manos. Las horas del reloj caían como los sueños abandonados de la madre en busca de la holgura honesta para alimentar tres bocas. De tanto en tanto, levantaba la vista como queriendo atravesar los cristales ahora cerrados del ventanal. La lluvia le respondía incesante y el campo dormido en canales acuosos traía a su memoria los días de juego . El hilo de seda se desprendió displicente como queriendo llevar una pausa solaz ante tanto esfuerzo y Laura detuvo su andar para pensar en la preparación del infaltable juego de pato que tendría lugar en la plaza central. Las fiestas patronales no se hacían esperar y su apertura sería como todos los años excitante pero a la vez riesgosa. Se realizaba en Buenos Aires por primer vez en 1610 con motivo de las fiestas de beatificación de San Ignacio de Loyola y se repetía todos los años. La fuerza del juego brutal dejaría saldos irreparables.Solo esperaba que la cara reluciente del sol se asomara al alba…Abrió los postigos buscando el escenario propicio y sus ruegos se hicieron realidad. Recordó las palabras del poeta Rafael Obligado:
“En pos del alba azulada,
Ya por los campos rutila
Del sol la grande, tranquila
Y victoriosa mirada
Sobre la curva lomada
Que asalta el cardo bravío
Donde el arroyo serpea,
De cada hierba gotea
La viva luz del rocío”.

La mirada perdida en la Pampa y su soledad la transportó a los 10 años cuando se preparaba una correría de pato. Recordaba a la madre en la misma tarea, mientras ella correteaba por la casa llevando mas impulso a las mujeres, que en el comedor y en los pasillos daban vuelo a telas, agolpadas en las alfombras, con sueñosde galones y puntillas festoneadas de hilos blancos.Los potros se acercaban estridentes. La horda frenética olvidaba la identidad, las casas lejanas, las esposas ausentes , los consejos de los padres. El cuidado de las ropas y los buenos modales se desgranaban perdidos en la carrera. Llegaban grupos batiendo las crines. Jinetes enfundados en ponchos victoreaban. Botas enlutadas y espuelas relucientes se aprestaban a participar del tan esperado juego de pato. La "corrida" como no recordarla. Era demasiada pequeña pero esa oportunidad la marcó para siempre. Siguió a sus hermanos mayores sin ser vista. Entre los jugadores estaba su padre. Desde la loma miraba sin pausa los hechos, que más tarde tuvieron en vilo a la mayoría de las familias amigas de su madre. Las dos cuadrillas de hombres de a caballo se completaron para ser contrincantes en este juego que vio por vez primera. Los dos sitios apartados señalados a una legua. La pelota de cuero con dos asas a la espera. Avanzaron los dos jinetes más fuertes de cada cuadrilla. Tomaron las manijas como bastión en la mitad de la distancia de los puntos asignados y metiendo espuelas tiraron fuertemente hasta que el mas poderoso se llevó el pato, cayó su rival al suelo porque no lo abandonó. El vencedor echó a correr y los del bando contrario lo siguieron, lo rodearon hasta tomar la pelota de alguna de las manijas, tiraron del mismo modo, quedó al fin vencedora la cuadrilla que llegó con el pato al punto señalado. El tropel regresó y pisoteó. Se apartó y corrió sin escrúpulos.El anciano, que coordinaba el juego, dio el alta de señal de batalla luego sensible se desplomó en posición de rezo para pedir por el alma del cuerpo inerte.La marea de viento, polvo y golpes de cascos se batió. La presa tironeada por los contrincantes. Nadie vencido ni vencedor, solo el dolor de la niña ante el padre caído con su silla rota. El poncho retinto ensangrentado. Sórdidos aullidos encrespaban y agitaban las bestias. Recado y botas arremolinadas por el viento. Abrazó el suelo mudo. Llantos y gritos de la niña llamando a desesperanza. Los despojos eran parte del paisaje. La tierra lo retiene en su seno…La pampa cruje nuevamente ante la estampida. Los cardos se encrespan y la bandada de patos colorea el horizonte. La cara transfigurada de la mujer se alza ante jinetes y bestias.

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