EL BOXEADOR
AUTORA: MIRTA SALAMON
Eugenio se retira definitivamente y a pesar de su cuerpo dolorido, baja del ring mirando un futuro luminoso donde ya no hay más golpes. Se retiro definitivamente, si bien fue un excelente púgil, el tiempo y la miseria de la vida fueron haciendo surcos en su cuerpo y en su mente. Explora en su memoria y no recuerda cuando empezó a boxear, que designios mágicos no le hicieron seguir los pasos de alguno de sus hermanos. Tres están presos y los otros desperdigados quien sabe por donde.
De sus padres nunca supo. Los crió la abuela, mujer parca, toda su dignidad estaba puesta en ese carro con el cual cirugiaba y en cuanto los niños podían caminar los llevaba con ella.
Eugenio se había hecho solo, sin afecto, reacio a toda manifestación de amor. Su niñez malograda se fue mitigando con los años hasta lograr cierto renombre en la disciplina del boxeo.
Ahora en el ocaso de su vida, maltrecho y débil cree haber encontrado una razón para vivir. Rita, es mucho mayor que él pero es graciosa y vivaz, es la nueva encargada de una de las casas de citas que pululan por el bajo; camino a la rivera. Él cuando la ve no logra entender, esa hondonada de sensaciones que le atraviesan el pecho haciéndole temblar las manos; dictamina que es la sensación que percibía previa a subir al ring.
Las visitas se hacen frecuentes se fue acercando a ella como un animalito que como al descuido se le permite aquerenciarse. Así se fue adentrando a la vida de esa brasileña que emana ternura. Tomando coraje le pide quedarse, para cuidarla en el caso de que algún cliente cargoso se propasara. Y para poner mayor énfasis a su pedido se quita la camisa y le dice – Ya se que estoy viejo si hasta las mujeres que llevo tatuadas en mi brazo están arrugadas. ¡Pero quiero quedarme!
Rita lo escucha entre sorprendida y complacida, lo besa apasionadamente en forma reiterada acaricia sus brazos y susurra; porque tardaste tanto en pedírmelo hace mucho que te quiero.
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