jueves, 27 de agosto de 2009

LOS CUENTOS COMIENZAN OTRA VEZ A RODAR

Nuestros escritores nos envian muchos cuentos que aquí se publican para deleirar el alma:

ESCRITOR: ALBERLO FERNANDEZ

¡BÉSAME OTRA VEZ, INGRID!


Lo marcó con una cruz. La repetían en un viejo cine de barrio. Blanco y negro. Para los memoriosos. Película sin balas, misiles, choques, según el gusto de Andrés.
Incontables veces la vio. Recordaba cada palabra. Silencios, música. Sentado adelante. Fila tres. Dos grupos de amantes en el fondo.
El bar de Rick, Casablanca, Marruecos francés. Los dedos de Sam deslizándose por el piano: “As times goes by”. Exiliados, huyendo por la resistencia. Las manos para detenerlos no llegaban a ese lugar. Borracheras, sucios negocios. Bullicio, tintineo de copas, amasijo de nacionalidades. Muchos sin saber por qué estaban allí. Luchadores del pasado. Refugiados en descreídos cinismos.
Aparecen ellos escapando de la venganza de los homicidas. Él, con su cabeza llena de ideologías. Ella, toda ternura, fascinante, tarareando la canción de Sam; aquella que los unió una vez. Rick se aleja evocando su antigua aventura en París musitando su reprochable abandono. Expatriado de la vida por incuria.
¿Qué hacen acá? Ingrid ruega al antihéroe los salvoconductos invocando su pretérita relación.
Ocupando toda la pantalla el bello rostro de Ilsa. El proyector la transporta a la platea junto a Andrés. A su lado. Así lo soñó. Le tomó la cara con ambas manos y la besó. Como si lo hubiera hecho Rick. Nombrarla pero ¿cómo? Ilsa, Ingrid. Ni nombrarla ni hablarle. Sentir. Sí. Eso es. Sentir esa presencia a su lado al modo de lo soñado, atardeceres tras atardeceres, noches tras noches. Durante tantos días. Tenerla junto a él. Un momento. Un pedazo de tiempo. Besar su rostro armonioso. Su boca roja. Aprovechar el instante en que ellos discuten un trato; distraídos por el arreglo.
A lo lejos, Sam envolviendo con su melodía.”As times goes by”. Sigue, no te detengas. Es bueno para ella. Es bueno para Rick. Es bueno para Andrés. Humo, bullicio de café.
Ilsa vuelve a escena para crear la alternativa. Sólo dos salvoconductos. ¿Para ella y el héroe perdedor solitario o el maquís? Cede el fracasado para quedarse con el recuerdo.
“Siempre nos quedará París.” Andrés la besó y ese fue su premio. Un pasaporte a sus sueños. Como Rick.
Se encienden algunas luces de la sala vacía. En penumbra; sale pasito irrevocable tras pasito. Por el largo corredor primero y el deletéreo aire libre después. Cada vez más de prisa. No. Cada vez más despacio, para recordar el momento. Llegar muy tarde por si el sueño de la noche lo olvida.

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